DESCUARTIZAR LA CIUDAD

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Lo mismito que el pollo despiezado a base de machetazos que uno se trae de la carnicería para montarse un buen guiso. Así están muchas de las ciudades de hoy en día. No vamos a entrar aquí en quienes juegan aquí el papel del carnicero que da los machetazos, entre otras cosas porque no son pocos.
El caso es que el suelo urbano, especialmente en las periferias de grandes ciudades, está completamente descuartizado. Cada vez más los barrios, sobre todo los nuevos, quedan definidos perimetralmente por grandes infraestructuras urbanas, como autovías o líneas férreas, entre otras. Estas enormes barreras acaban configurando la ciudad como una multiplicación (más bien división) de piezas que muchas veces no tienen demasiado en común las unas con las otras, más allá de compartir este mismo fenómeno. Un barrio A se sitúa en paralelo a otro barrio B, a sólo 30 metros de distancia, pero separado por una autovía que realmente acaba implicando una relación nula entre vecinos. Posiblemente se tenga más contacto con otros núcleos lejanos a los que nos lleva en coche la autovía famosa. Paradójico.

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Todo esto se complica aún más por el hecho de que en los proyectos de infraestructuras de este tipo no se le da demasiada importancia a las relaciones de las que estamos hablando, de manera que las posibles pasarelas o túneles que atraviesen la autovía o no se prevén o se construyen de manera poco afortunada.


No se trata de que dos barrios vecinos se conecten entre sí por capricho. Es más bien el modelo urbano que queremos el que está en juego. Una ciudad sólo puede ser integrada e integradora cuando sus partes están vinculadas, cuando se refuerzan las unas a las otras, cuando se reconocen y colaboran. Por supuesto que las infraestructuras contribuyen a este objetivo, pero deben hacerlo de manera que el fin justifique los medios, no vaya a ser que por querer integrar acabemos desintegrando por el camino.
Otro machetazo: la manera en que está concebido el planeamiento urbanístico en España. No hay más que ver los planos de clasificación del suelo o gestión de cualquier Plan General para darse cuenta de la visión de la ciudad a la que hemos llegado: un puzle de sectores independientes entre sí y definidos únicamente en función de los intereses de desarrollo urbanístico. Demos el último machetazo con el curioso fenómeno fronterizo que se da entre municipios a la hora de ordenar el territorio y ya tendremos los trozos del pollo bien sazonados para el guiso.
Una de las paradojas de todo este proceso es que los antiguos límites naturales (ríos, pendientes) van siendo eliminados (canalizaciones, explanadas) para permitir el asentamiento y las conexiones humanas, mientras que se imponen los nuevos límites mencionados, con el efecto opuesto.

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Supongo que vislumbrar soluciones a este fenómeno pasa por algo tan simple y tan complicado como un planeamiento urbanístico integrado, tanto a nivel intramunicipal como supramunicipal, que contemple una única ciudad bien articulada y no únicamente reinos de taifa que va a desarrollar este o el aquel agente inmobiliario.
Por otra parte, el diseño concreto de las infraestructuras se presenta como fundamental, con la previsión de conexiones transversales, al mismo o a distinto nivel, peatonales o para tráfico rodado, o incluso el enterramiento de dichas infraestructuras, si el presupuesto lo permite. Y no se trata sólo de que las nuevas autovías, por poner un caso, se planteen con una mayor calidad. Existen ya kilómetros y kilómetros construidos en espera de mejoras. Como en otras ocasiones hemos sugerido, el futuro inmediato deseable pasa más por la cicatrización de la ciudad existente que por seguir dando nuevos machetazos.

Vía: urbanismo

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