Hemos vuelto, queridos lectores y lectoras; pero hemos vuelto esta vez con furia, con enojo y con más bilis que antes. Bilis que es generada una vez más por las BRUTALIDADES ARQUITECTÓNICAS que se cometen en nuestra querida ciudad porteña, muy a pesar de los sacrificios que hace Guayaquil por mantenerse guapa, a pesar de lo que hacemos los arquitectos, los publicistas y los burócratas.
Por nuestra parte, nunca hemos dudado en señalar al edificio del Ministerio de Agricultura y Ganadería como el Edificio MÁS FEO de Guayaquil. Se trata de un «Frankenstein» de hormigón armado y vidrio. Frankenstein en todo su concepto. Al igual que la mostruosa criatura que engendrara el obsesivo Doctor, este edificio parace haber sido hecho con pedazos de otros muertos. Muertos que deben haber sido «bonitos» (ustedes saben cuánto odio esa palabra), cuando estaban vivos y dentro de su contexto. Peor acá, los pórticos «a lo Niemeyer» no tienen nada que ver con una torre amorfa, entre lo cilíndrico y lo triangular, entre el homrigón supuestamente brutalista, pero pintado redundantemente de hormigón y el vidrio roto y abandonado de su indescriptible fachada. A todo esto, súmenle ese extraño «sombrero chino» que tiene al lado opuesto a la torre. Es un monstruo. Un reflejo de la ingenuidad con la que la tecnocracia súbdita de las dictaduras setenteras generó el plan del Eje Urbano «Quito-Machala»; donde según ellos, emergería una ciudad llena de rascacielos. Nueva York en el trópico, …ahí tienen el resultado.