En 1914, Antonio Sant´Elia afirmó:
«Los caracteres fundamentales de la arquitectura futurista serán la caducidad y la transitoriedad. Las casas durarán menos que nosotros. Cada generación deberá fabricarse su ciudad.»
El Futurismo, movimiento artístico que disfrutó de una ventajosa situación respecto al resto de las vanguardias, principalmente en su vertiente pictórica, se interesó por el futuro de la ciudad entendida más allá de su mera concepción formal. Asimismo, planteó un proyecto de renovación formal de todas las artes, considerando de igual modo la arquitectura.
En Arquitectura Futurista, Juan Agustín Mancebo, profesor doctor asociado de la Universidad de Castilla-La Mancha, acerca al lector a través de un magnífico ensayo a la época en la que las tendencias de vanguardia determinaron un ambiente proclive a nuevas investigaciones y propuestas en un mundo que se transformaba radicalmente.
Desde la aniquilación de las ciudades del pasado a las propuestas de Sant’Elia y Chiattone, hasta las ideas de los arquitectos del segundo futurismo que entroncaron con los parámetros iniciales del racionalismo, este ensayo constituye una mirada pormenorizada sobre algunos de los proyectos utópicos más apasionantes que han configurado el extinto siglo XX.
El Manifiesto Futurista publicado por Marinetti en Le Figaro, con el que se inaugura una de las más complejas manifestaciones vanguardistas lamentablemente lastrada por sus adscripciones políticas, supone el primer paso de lo que el paso del tiempo ha confirmado como una preclara visión: la exponenciación del clásico tempus fugit fruto del progreso tecnológico.